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Archive for octubre 2009

Ruido, tanto ruido

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¿Conocen la canción de Sabina? “Ruido de tenazas, ruido de estaciones, ruido de amenazas, ruido de escorpiones. Tanto, tanto ruido. …”. A mí me parece que refleja de forma magistral una crisis de pareja. En realidad, una crisis que puede ser cualquier crisis. Cuando la armonía, los intereses comunes y compartidos, la búsqueda de objetivos a largo plazo y el calor de los afectos empiezan a desaparecer y son sustituidos por el ruido. En sentido figurado, claro. Aludiendo al ruido como una sensación interna que provoca desazón e incomodidad pero de la que no podemos escapar porque al fin y al cabo somos parte de ella.

“Ruido de cristales, ruido de gemidos, ruidos animales, contagioso ruido“. Pues bien, déjeme por favor que le haga una pregunta: ¿Hay ruido en su organización, en su empresa, en su equipo de trabajo?. ¿Hay una especie de molesto “zumbido organizacional”?. Si es así, mala cosa porque puede tratarse del síntoma de una crisis.

Partimos de que todas, absolutamente todas, las empresas tienen problemas mas o menos intensos de clima, de confianza entre sus directivos y sus profesionales de base. Pero no me refiero a eso. Me refiero a cuando el ruido se eleva por encima de cualquier otra voz u objetivo de empresa. Cuando se llega a una situación en la que el problema puede provocar la ruptura del contrato más importante que existe en una empresa: el contrato moral (o afectivo) que existe entre la misma y sus empleados.

¿Que hacer con el ruido? Para empezar caben dos escenarios. El primero lo ocupa el de aquellos que son conscientes de él, porque al fin y al cabo lo han creado y se sienten cómodos con el. Para muchos resulta curioso, pero sin duda reconocerán empresas o directivos que consideran el “ruido organizacional” como una herramienta para manejarse mejor desde el poder o para crear una incertidumbre que consideran necesaria. Reyes de la guerra que son maestros en las guerras internas. En este escenario, si usted ha cubierto su objetivo y tiene su ruido, felicidades. Ahora bien, déjeme compadecer a las personas que le rodean.

El segundo escenario es de aquellos que son conscientes de que en su equipo hay ruido y saben que este es letal. Su reto no es eliminarlo, al fin y al cabo es síntoma de vitalidad y de energía (aunque esté mal encauzada). Su reto es convertirlo en música: Sonido igualmente pero en el que todos están satisfechos porque participan en la elaboración y que a nadie molesta.

¿Cómo hacerlo?

  • En primer lugar, evitando la queja. Esta es el combustible del que se alimenta el ruido. Y evitar la queja significa no prohibirla (sólo supondría aumentarla) sino demostrar con el ejemplo que los problemas son bienvenidos porque nos permiten solucionarlos. Con determinación. Con hechos y no con palabras.
  • En segundo lugar, el ruido puede provenir de la existencia de microclimas políticos donde priman las batallas de intereses por encima de los meritos profesionales. En la medida en que usted los permita, su vivero se llenara de “plantas políticas”, que como todos los botánicos saben suelen devorar todas las plantas que se encuentran a su lado. ¡Y además no dan frutos!
  • Por último, afronte el origen del ruido. Con tanta serenidad como intenso sea este. Pregunte directamente a su equipo. Déles la razón si la tienen. Argumente si no la tienen. Y rectifique inmediatamente lo que haya estado haciendo mal.

De usted y de solo usted depende. De la altura de sus intenciones. De la honestidad de sus planteamientos con su equipo. Convertir ruido en música merece el esfuerzo.

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El Precio de Mentir y Manipular Información

¿Cuánto vale una mentira? A corto plazo, puede que bastante. Engañar puede ayudar a conseguir resultados de forma inmediata. Mentiras que se utilizan en entrevistas de trabajo (por las dos partes, por cierto), en los beneficios que prometen los productos o servicios que se venden, o en las expectativas que nos dan para nuestra carrera profesional. Ahora bien, casi todos acordaremos, como Abraham Lincoln, que «puedes engañar a todo el mundo algún tiempo. Pero no puedes engañar a todo el mundo todo el tiempo».

Por otra parte, vivimos tiempos en los que resulta barato mentir. No sólo porque hay una falta evidente de escrúpulos en los que mienten para conseguir sus objetivos sino también porque hay muchos que prefieren ser mentidos antes que esforzarse en hacer las cosas bien. ¿Recuerdan el timo de la estampita? Tan timador es el que le saca el dinero al pobre incauto que cree estar comprando billetes al precio de estampitas como el propio timado que quiere aprovecharse del presunto tonto.

Últimamente he estado observando estudios (hechos por medios de comunicación o por «serios» Institutos) que eligen las mejores empresas para trabajar. Luego he comparado esos «rankings» con la opinión de las personas que trabajan para esas empresas. A veces la diferencia que existe entre lo que dicen los estudios (que preguntan a las empresas) y lo que piensan las personas que trabajan en esas empresas es tanta que tales estudios pueden parecer bromas bufas. Porque, en realidad, es fácil deducir que los que hacen los estudios sólo están interesados en vender publicidad (si son medios) o su metodología (si son consultoras o «Institutos»). Por su parte, las empresas  «excelentes» pretenden comprar una cierta imagen de marca («employer branding») por la que están dispuestos a invertir más tiempo y dinero en publicidad que motivando a los profesionales que trabajan en ellas.

La primera reacción que podemos tener ante la constatación de que se mercantiliza la verdad es de cierto enojo. Pero sólo segundos más tarde uno se da cuenta que, en realidad, no les sirve de nada ya que la gente, desafortunadamente para ellos, no es tonta. Los profesionales sabemos que empresas son las buenas y cuales las que son puro decorado. De la misma manera en que resulta casi imposible que como consumidores se nos engañe de forma consistente a lo largo del tiempo.

Y es que, por más que le duela a mis amigos de las modernas prácticas de la estampita, la realidad (como dice la copla sobre el amor verdadero) ni se compra ni se vende.

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