Les voy a contar un cuento. Caperucita era una humilde profesional que iba todos los días a trabajar con su cestita llena de documentos, presupuestos y ofertas de productos. Atravesaba todos los días el bosque de coches que le llevaba a la sede de ABUELITA (ABogados de la Unión Europea LITigantes Asociados). ¿Y el Bobo Feroz? Cada uno le pone el nombre que quiera, ustedes le conocen. Es ése al que le gusta tener mando porque puede abusar de su autoridad. El que se siente inseguro (porque no sabe y no quiere) y encuentra en la ferocidad de su comportamiento el remedio de sus frustraciones, el antídoto para sus inseguridades. Mal jefe, da más ordenes que recomendaciones; mas gritos, que razones; ofrece menos respeto que resultados. Encuentra en la imposición arbitraria una salida razonable a su falta de criterio.
En realidad el Bobo Feroz no es el culpable único de sus desmanes. Porque le dejan hacer. Porque no le enseñan ni corrigen. Y entre todos, los ejecutores y los que se lo permiten crean la sociedad del miedo, de la opresión, de la oscuridad… Porque de igual manera que en muchas ocasiones padres maltratadores generan hijos maltratadores, directivos feroces generan directivos feroces. Y nadie rompe el circulo vicioso porque la anormalidad se convierte en cultura de empresa.
El temor paraliza, es padre del engaño y de la falta de compromiso. Crea baja estima y apaga la luz donde se desarrolla la creatividad. No cabe generación de ideas en un entorno opresivo. Las ideas, como las flores, crecen mejor en entornos de libertad.
Y no nos confundamos, para aquellos que piensan que la figura del Bobo Feroz es necesaria en cualquier cuento porque mantienen el orden, les debo decir que soy un firme partidario de la disciplina dentro de las organizaciones. Pero también pienso que nadie debe tener temor a pensar, a presentar iniciativas, a liberar las potencialidades de la imaginación. Muchas veces se encuentra aquí la diferencia que marca el éxito de las empresas.
Pero basta ya de cuentos. Las organizaciones (porque se trata éste de un problema que afecta también al sector público e incluso a ONGs) tienen la responsabilidad de exigir, crear un entorno intensamente demandante sin que el temor se adueñe de las conciencias de sus profesionales.
Para conseguirlo, me atrevo a hacer unas sugerencias:
- Para detectar abusos, pregunte, pregunte, pregunte. Pero olvídese de esas encuestas internas que le distancian, a través del papel, de su gente. Levántese de su mesa y vaya donde ellos están. Sienta su proximidad y que ellos sientan la suya. Si no lo hace, nunca sabrá que esta pasando realmente.
- Sea implacable con el abuso, la arbitrariedad, el si porque si. Y, al mismo tiempo, sea riguroso con la disciplina, la exigencia, las cosas bien hechas. Cada kilo de exceso de autoridad eliminado debe ir compensado por un kilo de sentido de la responsabilidad.
- Poder opinar. Sentirse libre y respetado al hacerlo. No obstante, una vez que se ha opinado y decidido, nadie debe tener excusas para no ejecutar lo que se ha acordado. Ser tan tolerantes al recibir ideas como intolerantes a la hora de ejecutar las decisiones.
¿Cómo terminó el cuento? Ustedes lo saben tan bien como yo: Caperucita siguió su carrera profesional, mientras que el Bobo Feroz (que es cierto que antes de encontrarse con Caperucita se había deshecho de otros destacables profesionales), finalmente encontró el destino que tan fieramente había merecido. Así que ya lo sabe, Señor Bobo, por muy feroz que sea usted, ya no le tememos.
Enhorabuena por la entrada! Quizá sea demasiado negativa, pero tengo la sensación de que en las empresas Españolas, hay mucho «Bobo Feroz» suelto.
Yo misma, protagonicé una vez este cuento. Normalicé situaciones atroces, simplemente por el hecho de ser cotidianas. Ahora que veo la situación con otra perspectiva, estoy de acuerdo con usted, en que somos responsables, por permitirle crear miedo y temor, para sentirse jefe.
Un cordial saludo.
Anabel S.
hola!! te invito a conocer mi blog comunicacion sensual
un saludo